ESPECTACULOS › HOMENAJE A MARIA ROSA GALLO Y CARLOS GANDOLFO
La mejor celebración de la vida, arriba del escenario
En la Sala Casacuberta del Teatro San Martín se recordó a la actriz y al actor y director. Estuvieron, entre otros, Alfredo Alcón, Osvaldo Bonet y Lito Cruz. Se proyectaron escenas de obras, que volvieron a ser aplaudidas.
Osvaldo Bonet, Hugo Urquijo, María Socas, Alfredo Alcón, Lito Cruz Foto Daniel Jayo |
Por Hilda Cabrera
De ceremonia privada calificó el director Hugo Urquijo al homenaje que se le tributó el martes a dos artistas recientemente fallecidos, la actriz María Rosa Gallo y el actor y director Carlos Gandolfo, en la Sala Casacuberta del Teatro San Martín. Público y artistas conformaron un encuentro real y mágico, sensibilizados todos por el talento de los que ya no están físicamente y por el apasionamiento de los que hicieron posible percibir a la platea sus experiencias con los homenajeados desde la alegría que genera compartir la vida en profundidad. Se proyectaron fotos personales y escenas de obras que tuvieron el efecto de tornar porosa la realidad y abrir espacios a la fantasía. Las imágenes proyectadas fueron cedidas, en el caso del director de Copenhague y En casa/En Kabul, por la actriz Dora Baret y Emanuel y Matías Gandolfo.
Los convocados para dar testimonio de su amistad y tarea conjunta se presentaron en escena (ubicada al mismo nivel de la primera fila de butacas), coordinados por Urquijo. Fue así que, tras las presentaciones, la actriz Elena Tasisto leyó un texto que recordó a Gandolfo y luego, en la segunda parte del programa, otro dedicado a Gallo, los dos escritos por Alejandra Boero, ausente por razones de salud. Sus textos la mostraron memoriosa y lúcida. Boero propició además este encuentro, tal como lo destacó en el programa de mano Kive Staiff, director del CTBA. En ese primer tramo, la joven María Socas recordó con gracia y mesurada introspección su aprendizaje con el maestro, cuya voz incluso parodió al transcribir algunos diálogos, sin duda imborrables para ella. El actor Lito Cruz dedicó también su participación a Gandolfo, en tanto los recuerdos de Osvaldo Bonet y Alfredo Alcón se circunscribieron a Gallo. El cierre fue para esta intérprete excepcional a la que se vio, proyección mediante, en un pasaje de Las troyanas, de Eurípides, obra que protagonizó en esa misma sala, en 1973, dirigida por Bonet. De esta actriz se escucharon en otros pasajes fragmentos de los poemas Ginebra y Buenos Aires, de Jorge Luis Borges.
Tanto Gandolfo como Gallo fueron considerados maestros en su oficio, capacitados para dejar un legado que sigue vivo y se renueva: artistas dispuestos al asombro y a la apertura de ideas, seres brillantes –como escribió Boero– que inspiran a otros “el festejo de sus vidas”. La actriz, directora y fundadora de teatros (el último, Andamio 90) recordó, en el texto leído por Tasisto, al joven de 18 años que en Nuevo Teatro alternaba su Jasón, en Medea, con Héctor Alterio, porque “estaba haciendo la conscripción” y no lograba tantos permisos. Fue unánime el reconocimiento a la creatividad de Gandolfo, sobre todo en un teatro independiente donde la imaginación debía ser “más rica que nuestro bolsillo”. Su etapa de maestro fue ilustrada en parte por Socas, quien contó que le aconsejaba entrar en acción acompañada sensorialmente de personas que la hicieran sentir protegida y amada. También que “no había diferencias entre estar arriba y abajo del escenario: todo era vida, acá y ahora”, subrayó la actriz, que puso en práctica –ante el público y una platea de personalidades compuesta por Onofre Lovero, Oscar Barney Finn, Graciela Dufau, Alicia Berdaxagar, China Zorrilla y muchas más– “un ejercicio de credibilidad”, mostrando un libro que –sostuvo– le regaló Gandolfo de manera imprevista y sin dedicatoria.
“Cada uno se va armando una idea de Gandolfo”, resumió a su turno el actor Lito Cruz, quien recordó los trabajos y afectos que los unieron y la experiencia con Hughie, obra que continúa en cartel. “Le llamó la atención una palabra con la que empieza la obra: llave. Y me dijo: Lito, esto puede ser una llave.” Esto era el regreso a la escena después de uno de esos períodos en los que su enfermedad (padecía un cáncer de garganta) le impedía trabajar a pleno. Cruz destacó su curiosidad por lo que encerraban las palabras y ese humor capaz de descolocar: “Lito querés que te cante algo, me dijo una vez, y yo pensé, este muchacho tiene lo suyo, porque de alguna manera me cantaba”. Tras ese recuerdo, el público reunido en la sala tuvo oportunidad de oír y ver a Gandolfo gracias a la proyección de una entrevista realizada por Cruz, cuando éste se hallaba al frente del Instituto Nacional del Teatro.
En la segunda parte del homenaje, tan intensa como la primera, Tasisto leyó el texto de Boero que recordaba a Gallo en 1945, en La Máscara, donde fueron compañeras en una versión de Antígona, de Sófocles. Aquélla no fue la única pieza ni la única aventura: “Nos divertimos muchísimo. María Rosa toleró mis locuras y mi fe libertaria cada vez que yo construía un teatro”, apunta en su escrito una Boero confiada en que “la creatividad genera alegría y la alegría le pone alas a los corazones”. También a Gallo se la mostró en imágenes: en un montaje de fotos enlazadas a la voz de la actriz. En su participación, el actor y director Osvaldo Bonet se remontó a los tiempos del Conservatorio Nacional de Arte Dramático, Música y Declamación. El relato sobre los escollos que debieron sortear él y Da Passano para ver a Gallo en su debut de El carnaval del diablo, tuvieron impacto cómico en el público. Bonet sintetizó con travieso humor la velada a la que acudió el presidente Ramón Castillo (depuesto poco después, el 4 de junio de 1943) y en la que Gallo fue ovacionada: “Ese presidente era absolutamente catamarqueño, como Ponferrada, y prometió su asistencia. El teatro se llenó”. Memoró situaciones cómicas que involucraban a empresarios y otras nada felices como la partida a Italia de la actriz durante la primera presidencia de Perón. Rescató sus estudios en aquel país con Silvio D’Amico y Orazio Costa y el cariño que se le tributó también en los últimos años. El trabajo más cercano con Gallo (y Boero) fue El cerco de Leningrado, obra del valenciano José Sanchís Sinisterra, que dirigió Bonet. Por su lado, Alfredo Alcón decidió homenajearla con el recitado de un poema de Federico García Lorca, que –según apuntó– Gallo admiraba especialmente: Llanto por la sangre derramada (uno de los cantos sobre el torero Ignacio Sánchez Mejías). Antes de esto, cometió una infidencia al contar una broma hecha a la actriz a propósito de una grabación de la artista catalana Margarita Xirgu realizada en Montevideo: “Grabé un cassette imitando a Xirgu y la invité a María Rosa para que lo escucháramos juntos en casa”. La travesura consistió en hacerle oír primero la imitación. Pero sucedió que Gallo creyó que era Xirgu y se conmocionó tanto que Alcón no se atrevió a decirle la verdad. La ocurrencia, muy festejada por el público, provocó risas y desató lágrimas, no solamente por el recitado de Llanto... sino por la impactante escena que se proyectó al final del encuentro: un pasaje de Las troyanas, donde la actriz hace suyo el desgarro por la ciudad incendiada y los hijos muertos en una patria que tras la destrucción y la masacre es apenas “ese humo que se eleva al cielo y desaparece”.