Por Cecilia Absatz, Revista Noticias
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Jorge Suarez, María Socas, Mireia Gubianas, Gabriel Goity Gorda, de Neil LaBute, dir. Daniel Veronese Sala Pablo Picasso, Paseo La Plaza |
Cuando la gente se pone de pie todas las noches para aplaudir esta pieza, lo primero que agradece, antes que la historia, las actuaciones o la dirección, es el género. El público argentino no tiene muchas oportunidades de ver una comedia, en el sentido estricto de la palabra, porque el humor, ya sea en la escena como en la pantalla, tiene entre nosotros una cierta tendencia al grotesco, el vodevil o cualquier forma escénica que subraye los chistes con un golpe de batería, verdadero o gestual. “Gorda” es una comedia estadounidense, el país que domina a la perfección el diálogo chispeante y el arte de la réplica. Y la puesta argentina, que ha encontrado el tono justo, por una vez agasaja la inteligencia del público y le ahorra toda estridencia.
Lo que consigue esta pieza es una proeza inaudita: logra que una audiencia entera se enamore en un minuto de una gorda. No hablamos acá de una simpática regordeta, sino de una mujer francamente entrada en carnes: joven, bonita y gorda. Ella está comiendo –qué más– en un local de comidas rápidas y entra un hombre con su bandeja en busca de un lugar.
Ella es Mireia Gubianas, una actriz y cantante lírica española –también licenciada en Lengua y Literatura, graduada en Interpretación y en el Conservatorio Superior de Música de Barcelona– y ya protagonizó con todo éxito esta pieza en España. Él es Gabriel Goity, impecable como Tommy, ese muchacho porteño que se cree muy malo, pero no logra evitar un aire de irresistible desprotección. Ella, Helena, es una bibliotecaria que no vacila en enfundar su magnánimo trasero en un jean ajustado, como quien no tiene nada que ocultar. Y si en un minuto consigue deslumbrar a Tommy, a pesar del canon estético que este profesó toda su vida, es porque Helena tiene algo más importante que el tamaño de su cuerpo: posee una voz. Dice cosas provocativas e inesperadas. Y cuenta con una risa que es la fuente de la vida. Tommy cae rendido de amor, no le queda opción.
Esta obra –que comienza ligera y se vuelve implacable– es un estudio sobre la frivolidad y el verdadero lugar que ocupa en la cultura contemporánea. Explora el mandato de ganar y obtener trofeos en todos los planos, especialmente en el conyugal. Muestra el miedo a lo diferente y también la envidia de los otros, porque el amor es siempre un milagro, dondequiera que se dé.
“Los otros” son Juana y Nacho: muy destacable la actuación de María Socas y brillante, como siempre, Jorge Suárez. La escenografía de “La gorda” compone un juego original de momentos circulares, muy bien diseñados y tal vez alegóricos. Las luces también son sutiles: con sólo un matiz pueden convertir una oficina blanca y radiante en una ominosa caja de hielo.
El autor de “Gorda” –“Fat Pig” en el título original– es Neil LaBute, autor y director de una frondosa cantidad de películas y obras de teatro. Su primera pieza –“En compañía de los hombres”, que luego la convirtió en guión y dirigió en el cine– fue muy celebrada y ganó unos cuantos premios en diversos festivales. Es un hombre de 46 años que libra su propia batalla con la balanza: por momentos gana él, pero a veces también gana ella.
La puesta de Veronese es perfecta: económica y visceral. La traducción resulta ser excelente. Y si el espectáculo recibe diariamente una ovación de pie es porque el público se ha reído a carcajadas, porque ama a Mireia Gubianas y porque el texto le ha dado para pensar.